22 dic 2018

La bufanda

[Relatos personales] Hoy es el día. Después de un intento fallido en junio, ‘conseguimos’ que Coco pudiera entrar a trabajar en cierra empresa, con todo lo que eso representa para él y su vida personal, y con todo lo que hizo significa para nuestra amistad. Es un tópico, pero qué gran verdad: increíbles los giros que a veces tiene la vida.


Y fue llegar él, y dejar su saco sobre la silla. Y verla ahí, una bufanda verde, estilo escocesa, y reconocerla a la primera, y dispararme muchos y sentidos recuerdos. Siempre me gustaron las bufandas, una prensa de vestir infravalorada (?): me evita muchísimos resfriados, aleja los mocos, el dolor de garganta… Fáciles de poner, de sacar, de guardar, no interesa ‘el talle’, económicas, livianas, prácticas… ‘lo tienen todo’ (?).



Resulta que esa bufanda, la que hoy trajo Coco en su ‘vuelta’ a la rueda laboral, se la regalé yo. Ya me había casi olvidado de eso. En mayo de 2001, con Gerardo estuvimos en Edimburgo, y como él no se había llevado abrigo y estaba  enfermo, decidí salir a buscarle una bufanda. En una pequeña tienda había unas preciosas, y compré cuatro, iguales: una para Jerry, otra para llevarle a Coco a Argentina, otra para mí, y otra para… para mi Viejo, quien siempre me decía “es súper abrigada”. Lo mismo me comentó hoy Coco, que esa bufanda es lo más.

Las bufandas no dejan de ser objetos, y como todo en la vida, son las personas las que los transforman en mágicos, y pienso esto mientras miro la bufanda gris que ahora tengo puesta, con dos letras bordadas en negro, ‘L. C.’, que también tiene su historia porque me llegó de rebote. Era de mi Viejo, Luis Costa.

‘Si amas a alguien, dejalo libre’, cantaba The Police, y si amas a alguien, agregaría yo, dejale tu bufanda.




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