Cuatro hombres del Fuenlabrada jugaron mermados ante Bilbao. "Nadie se ha borrado", reseñó Hugo López sobre el esfuerzo de Akindele, Clark, Javi Vega y Alberto Díaz. Este último, pudiendo irse rápido a descansar tras el partido, se quedó a atender a los periodistas, en un gesto más del alto grado de implicación de un plantel que lucha por revertir una mala racha de resultados.
El compromiso es una de los principios básicos para intentar salir de
una situación adversa. Con un plantel comprometido, un equipo
tiene muchas más probabilidades de asomar la cabeza del pozo. Por ejemplo, el domingo,
el Fuenlabrada, que está metido de lleno en la pelea por no bajar, recibía al
Bilbao Basket. El conjunto naranja se presentó con cuatro
jugadores aquejados por un fuerte proceso gripal: Deji Akindele, Daniel Clark,
Javi Vega y Alberto Díaz. Los cuatro, junto a sus compañeros, se entregaron a
una lucha sin tregua en un intenso partido que terminó decantándose sobre el
final para los vizcaínos.
“Nadie se ha borrado”, exclamó Hugo López en la rueda de prensa posterior
al encuentro, resaltando el noble gesto de sus dirigidos. El hecho recordó al de Jimmy Baron, que en
esta misma campaña también había forzado su tobillo ante el CAI Zaragoza, o,
yendo más atrás en el tiempo, los sobre-esfuerzos a los que Brad Oleson también
sometió a su tobillo durante su etapa fuenlabreña.
Así podríamos seguir enumerando otros muchos casos, y es que los jugadores, frecuentemente sospechados de velar demasiado por sus números individuales, también tienen esa llama interior de espíritu amateur. Cobren mucho o poco, los deportistas suelen tener un amor propio que prevalece casi por instinto y que se traduce en no guardarse nada, en darlo todo, en auto-exigirse al máximo, ya sea por ellos mismos, por sus compañeros o por ponerse en el sitio de los aficionados, quienes dejan parte de su tiempo, de su energía y de su dinero por amor a unos colores. Con esa entrega, con ese carácter competitivo, los jugadores dignifican su profesión y se ganan el respeto de todos.
Así podríamos seguir enumerando otros muchos casos, y es que los jugadores, frecuentemente sospechados de velar demasiado por sus números individuales, también tienen esa llama interior de espíritu amateur. Cobren mucho o poco, los deportistas suelen tener un amor propio que prevalece casi por instinto y que se traduce en no guardarse nada, en darlo todo, en auto-exigirse al máximo, ya sea por ellos mismos, por sus compañeros o por ponerse en el sitio de los aficionados, quienes dejan parte de su tiempo, de su energía y de su dinero por amor a unos colores. Con esa entrega, con ese carácter competitivo, los jugadores dignifican su profesión y se ganan el respeto de todos.
Por ejemplo, luego del traspié ante el
Bilbao Basket, en la zona mixta, ya saliendo del pabellón, nos cruzamos con
Alberto Díaz, donde junto a otros compañeros de medios de comunicación le pedimos unas valoraciones del partido.
El base malagueño era uno de los mencionados por Hugo López, y en medio de una
respuesta, el propio jugador comenzó a ponerse pálido y balbuceó: “Un momento, que me estoy mareando”. Sí,
un tipo que se sentía enfermo, pero que no lo dijo, decepcionado con la derrota, estaba ahí, estoico, dando la cara con la
mejor predisposición cuando lo más fácil era excusarse e irse rápido para casa a descansar.
Preguntado por cómo se sentía, si necesitaba
agua o lo que sea, Alberto, sentado sobre unos escalones y visiblemente
mareado, alcanzó a decir: “No, sigamos con la entrevista...”. Lógicamente, nada es
más prioritario que la salud y dejamos la charla para otro día.
Al Montakit Fuenlabrada, ahora mismo, no le está alcanzando con los méritos que está haciendo para ganar partidos, pero el compromiso de sus jugadores es indubitable. Cierto es que el Fuenla perdió un partido, otro más, pero sus jugadores demostraron que seguirán remando en aras de un objetivo común. Con ese grado de implicación, el objetivo de la permanencia está lejos de ser una quimera.
Foto: Lydia Calvo / Fuenlafreak
Al Montakit Fuenlabrada, ahora mismo, no le está alcanzando con los méritos que está haciendo para ganar partidos, pero el compromiso de sus jugadores es indubitable. Cierto es que el Fuenla perdió un partido, otro más, pero sus jugadores demostraron que seguirán remando en aras de un objetivo común. Con ese grado de implicación, el objetivo de la permanencia está lejos de ser una quimera.
Foto: Lydia Calvo / Fuenlafreak
No hay comentarios:
Publicar un comentario