El
lunes pasado el Baloncesto
Fuenlabrada destituía a Porfi Fisac. Un día después, el entrenador segoviano se despedía en la
sala de prensa del Fernando Martín "sin arrepentimientos" pero con altura y elegancia. Tras esa comparecencia
pública, en la que no estuvo acompañado por ningún directivo del club, pudimos conversar brevemente con él y
luego, el viernes, durante la presentación de Trifón Poch, el presidente José Quintana agradeció el gesto de Fisac de solamente solicitar que se le pagara hasta el último día
trabajado (y no hasta la conclusión del contrato, como es habitual en estos casos). En la misma línea se
manifestó Ferran López
en Onda Fuenlabrada, teniendo palabras elogiosas con el ya ex entrenador del
primer equipo. “Porfi se fue como un señor”, dijo el director deportivo.
El deporte profesional está montado así, todos conocen las reglas de
juego y por eso, aunque no se esté de acuerdo con éstas, escribíamos la semana pasada que el despido de un entrenador siempre era un fracaso colectivo. Nadie puede perpetuarse eternamente, ni jugadores,
entrenadores ni directivos. Hasta a Alex Ferguson, exitosísimo coach del
Manchester United desde 1986, le llegará el día de decir adiós. Por eso hay que
estar preparado para cuando llegue ese momento.
Suele decirse que lo más importante en las trayectorias son los números, los récords y los títulos, pero eso es más para los equipos poderosos que aspiran a todo. En los clubes humildes, las formas adquieren vital importancia. El trato cotidiano, cercano, hace que las relaciones profesionales se transformen rápidamente en personales, y de ahí que las tristezas y alegrías casi que se compartan cara a cara, mezclándose jugadores y técnicos con aficionados en un solo lugar. Por ese motivo para muchos, cuando dejan un sitio como Fuenlabrada (o cualquier otro equipo modesto), es importante el recuerdo que dejan en la gente, porque dinero podrás llevarte poco, pero el cariño recibido puede que no te entre en el camión de la mudanza.
Suele decirse que lo más importante en las trayectorias son los números, los récords y los títulos, pero eso es más para los equipos poderosos que aspiran a todo. En los clubes humildes, las formas adquieren vital importancia. El trato cotidiano, cercano, hace que las relaciones profesionales se transformen rápidamente en personales, y de ahí que las tristezas y alegrías casi que se compartan cara a cara, mezclándose jugadores y técnicos con aficionados en un solo lugar. Por ese motivo para muchos, cuando dejan un sitio como Fuenlabrada (o cualquier otro equipo modesto), es importante el recuerdo que dejan en la gente, porque dinero podrás llevarte poco, pero el cariño recibido puede que no te entre en el camión de la mudanza.
Por ello sorprenden las declaraciones que Porfi Fisac efectuó ayer en Onda
Joven Radio de Valladolid.
Después de escuchar los casi 60 minutos de entrevista trato de comprender las
razones que le llevan a exteriorizar ahora decir “sentirse dolido” o que le “dejaron tirado”.
Hay que agradecer también la sinceridad de Porfi Fisac. Lo más sencillo hubiera
sido ‘sois todos fenomenales, todo es perfecto y yo soy el único culpable de la
situación’ (recurso al que hoy apelan unos cuantos). Pero Porfi es así,
directo, campechano, no se muerde la lengua ni mucho menos le interesa ser políticamente
correcto. Una virtud que a veces puede volvérsele en contra.
Más
allá de las opiniones, Fisac dice verdades, como que Robert Joseph y Kimani
Ffriend llegaron como parches en un club que no tenía dinero para fichar
reemplazos de la jerarquía de Gustavo Ayón y Mou Sené, situación que cortaba de
cuajo las opciones de playoff del equipo. Ahora bien, no creo que sea correcto
calificar a jugadores “mediocres” o “muy vulgares” por el simple hecho de ser
de “LEB”. Por más que la realidad deportiva así lo indique, puede
malinterpretarse. Muchos chavales sueñan algún día con jugar un
partido en LEB (ni hablar de la Liga Endesa) y, además, casi todos los actuales
ACB proceden de LEB, incluso el propio Porfi Fisac se forjó en la segunda
categoría, donde vivió el dolor de un descenso o la euforia de un
ascenso. En mi opinión, “ser LEB” no debería tener ninguna connotación negativa. Por
otro lado, tampoco comparto que se hable públicamente de cifras de los contratos
ajenos.
Todos
cometemos errores y muchas veces nos arrepentimos de lo que decimos. Todos. En
caliente, o en confianza, se nos va la lengua, nos pasamos pero, como esas
palabras se las suele llevar el viento, no les damos importancia. Pero cuando
esas frases quedan grabadas en una entrevista pública, la situación cambia. Y
esas frases no fueron hechas ni en caliente, ni en un medio hostil, o ante esos
periodistas que sólo buscan las cosquillas hasta arrancar un titular polémico. No.
Fueron palabras en frío, pensadas y ante periodistas leales a los que les apasiona el baloncesto.
Cierto
es que Porfi Fisac también tuvo muy buenas palabras con el club, con el trabajo
de cantera, con Ferran López y por ello, para no ser oportunista, el juicio de
valor debería efectuarse valorando la entrevista íntegra. Pero también está
claro que las cosas que quedan grabadas son las que tocan la fibra, así como de
un jugador se recuerdan sus canastas decisivas y no las miles de acciones
realizadas en una pista de baloncesto.
El
ciclo estaba cumplido, ambas partes se apretaron fuerte las manos y se desearon
suerte. Las heridas comenzaban a cicatrizar y el tiempo se encargaría de curar
todo, haciendo que con el paso de los años en la memoria del aficionado sólo haya
espacio para la Copa del Rey de Barcelona, los triunfos ante el Besiktas,
Unicaja u otros tantos, y que, cuando algún día futuro el Fuenlabrada recibiera
en el Fernando Martín a otro equipo dirigido por Porfi Fisac, el pabellón en
pie ovacionara a su ex técnico (como le ocurre, por ejemplo, a Salva Maldonado,
y como le pasó a otros no tan consagrados como Lubos Barton, Kris Valters,
Esteban Batista, Xavi Rabaseda y un largo etcétera).
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